El Caribe gótico de Templanza Better

Publicado también en el Girardot Review

La obra Limbo: Una historia de horror en el Caribe de John Templanza Better es publicada el año 2020 por la editorial Seix Barral del grupo Planeta, como parte de la Biblioteca Breve, tiene en su portada el arte expresado en su mismo artista, se trata del artista caribeño Andru Suárez, y sigue manteniendo el blanco color característico de las ediciones de esta editorial.

Una obra ya reseñada y comentada por medios como Revista Semana, El Heraldo, El Tiempo y Latin American Literature Today, no ha escapado a que el autor sea consultado por los símbolos en su narrativa y una relación autobiográfica, sea gradual o total.

La obra abre una casa de estilo oscuro y ambientación embrujada, en la que dos gemelas de sangre judeo-polaca habitan, junto con extrañas entidades de reinos sobrenaturales, en la oscuridad permanente y hermética de cortinas negras, totumos, nísperos y un clima imponentemente gris.

La narración se enriquece con un entramado de intertextualidad, en nombres, referencias y símbolos, que van desde lo religioso, la música, el arte, el cine terror y, por supuesto, y la literatura, sin abandonar el influjo de lo gótico como su mención o referencias de Stoker, King, Levin y Lovecraft, aprovechándose de la cultura general para enrarecer su propuesta.

Esta propuesta de obra gótica caribeña reconstruye dicha iluminada, eufórica y viva región, como es la costa Caribe, para convertirla en un entorno macabro, silencioso, decadente y anormal, alejándose de la magia del Caribe y la grandeza del Atlántico, en evocaciones que llenan de desasosiego incluso un paraíso turístico, dejando como único despojo la ciudad de Crisantelmo.

Con esto, la historia se va abriendo a otros personajes, habitantes y seres que van "inmoralizando" la narración, contando con aquel chiquillo monstruo, sin un nombre, hasta que el mismo plano sobrenatural se lo concede, quien representa la dualidad sexual, río y mar, sol y luna, como dice su autor, significando el ser hombre y mujer, lo que causa rechazo, inquietud y curiosidad en el extraño pueblo.

En Limbo se vehicula la transgresión de lo gótico tropical que editarían Edwards y Vasconcelos, indagando el cómo se rompe lo ya significado para abrir paso a algo en contrariedad o divergencia, incluyendo lo corporal, sexual e identitario, evidenciado que lo homogéneo es transgredido por la otredad desde muchos aspectos psicosociales, lo que se atreve como logro lovecraftiano de evocar lo no humano.

La imaginación retorcida no solo explota un hábitat con humanos de aspecto ornitológico, seres avianos con aspecto antropomórfico, habitantes de dos cabezas, criaturas que acechan el techo, brujería, epifanías, visiones y magia, y otras cosas que pueden ennegrecer una tenebrosa y maravillosa tierra no-carroliana, pero también invade el texto con ideas asesinas, sentimientos asquerosos, pensamientos suicidas, monólogos no humanos, diálogos malditos e invocaciones aberrantes, retorciendo más la lectura.

La sal, los entierros, los insectos, las aves, los patios, las plantas, el licor y el arte, son insumos que mantienen la mezcla caribeña en esta propuesta gótica que no se niega a lo cosmopolita con el influjo de lo más popular y innovador de lo extranjero, incluyendo anglicismos, series de televisión y temores de otras fronteras.

El continuo de la vida y la muerte se sostiene sobre nuevos imaginarios y particular religiosidad, siendo la casa, cual servicio de emergencia de padres entristecidos o dichosos, una puerta entre la frontera del ciclo de la vida, ofreciendo la milagrosa oportunidad de pretender evitar el limbo, negándose a la eterna perdición espiritual de aquellas almas infantiles sin bautizar, quienes fueron hijos, ya no, cuyos cuerpos muertos hacen tránsito por los tenebrosos cuartos del caserón.

Una estética teológica se diluye en el imaginario gótico de la narración, desatando sensaciones más sombrías que yacen en los milagros de una santa, quien atestigua en sus visiones demoníacas el contraste entre execrables almas y los vivos cadáveres de quienes fueron infantes, provenientes de un barroso abismo que no puede ser más que la entrada a la tortura inmortal.

En este limbo de Templanza Better, la transgresión termina destruyendo las limitaciones entre lo onírico y lo mundano, planteándose en si es un sueño el soñador por parte de lo soñado, así como viola la corporeidad de la existencia mundana, al embrujar con la duda el lugar; entre lo etéreo y lo físico de sus personajes; entre el ser sin estar y el estar sin ser. Al punto en que trabaja -cual acto de brujería- invocando lo demoniaco, lo sobrenatural y lo no humano en el colorido y fiestero Caribe.

No se interprete esta novela como otro caso más bidimensionalidad zlotchewiana, que pretende encasillar lo mercantil del realismo mágico, y aunque es tentador equipararlo con el vanguardismo, desborda toda categorización, hasta las de un chovinismo que busca carroña en toda creatividad literaria heterogénea.

Pueda no ser justo compararle o etiquetarle con la grandeza del weird tale, aunque tampoco lo sería significarle con lo gótico, pero la misma narración converge con esto, al apoderarse de lo oculto, lo extraño y lo macabro, bien lo dice la obra:

el mundo es una caja de sombras (...) detrás de cada fachada de inocencia puede estar agazapado el más letal de los demonios.

Retomando épocas doradas para este tipo de literatura que, al romperse y vulnerarse su carácter colonial con el surgimiento de la otredad en la América tropical, se deja invadir por la imaginación de este escritor colombiano, quien arrastra dichas pesadillas tan populares a otras dimensiones de una abismal imaginación.

La xenosemiótica de Lovecraft

Publicado originalmente Dentro del Monolito con el título: 

¿Sueña el árabe loco con dioses tentaculares?

Nota: Este texto se engendra junto con una micro-argumentaición publicada en el blog Radiotelescopio abandonado, manteniendo el mismo nombre, y que por aprecio de tal texto conserva su nombre, ya que lo aprecio como preliminares de una empresa que me he planteado desde hace años como xenosemiótica en la obra de Lovecraft.



Here are we —and yonder yawns the universe. 

Fragmento de misiva de Lovecraft a Frank Belknap Long. 

20 de Febrero de 1929 


Con el alcance de internet, las películas, series y videojuegos, así como el arte y los juegos de rol, el legado lovecraftiano ha pasado a otros medios, plataformas y simbolizaciones, representando para gusto o disgusto de sus seguidores, además sirviendo de espacio creado por críticos de su prejuicios o sus apologistas, convirtiéndose en otras lecturas, una variedad y aporte sociocultural que enriquece a futuro la difusión de la obra del autor.

Ante esto es innegable que se leen criaturas con tentáculos repugnantes que son parte del universo del autor, además la imaginación lovecraftiana asciende desde las aguas misteriosas de los océanos; sus criaturas parecen basadas en organismos provenientes de estos ecosistemas convertidos en seres repugnantes que enloquecen a todo humano con su apariencia.  Pero la viralización de lo lovecraftiano ha convertido estas características en una percepción simplista, burlesca, y a veces afanosa, del canon, y ha desviado la imagen de estas criaturas, así como de lo primordial de su literatura, hacia una simplificación absurda contra el terror cósmico, apoyando estereotipos distantes o deshonestos para con la obra del autor de Nueva Inglaterra.

Puede relacionarse con esto el que en las obras de Lovecraft las trivialidades del ser humano parecieran ocupar gran parte del cuerpo principal de las narraciones, convirtiéndose en algo contradictorio ya que se trataba de un crítico contra la explotación de la burda cotidianidad en la literatura sobrenatural. Sin embargo, deberíamos considerar a Lovecraft como uno de los primeros y pocos escritores que, rompiendo la repetitiva evocación de lo cotidiano, representó magistralmente a una humanidad sometida a ser una criatura que se aterroriza por su nimiedad ante el insondable abismo cósmico y todo lo que allí es horriblemente posible.

Categorías como “tentáculos”, “dioses”, “demonios”, “pulpos”, “peces” y muchas otras, serían las más adecuadas para la lectura corriente, graciosa y popular que se extiende entre las redes hiperconectadas hoy día.  Reduciendo a Lovecraft a lo terrenal, trivial, cotidiano y ridículo, algo con lo que tanto le fue antagonista en su creación de horror transcósmico, un horror que necesitaba habitar y nacer en lo mundano pero que ascendía hasta la misma totalidad del universo y su origen primigenio e insondable.

Puede relacionarse con esto el que en las obras de Lovecraft las trivialidades del ser humano parecieran ocupar gran parte del cuerpo principal de las narraciones, convirtiéndose en algo contradictorio ya que se trataba de un crítico contra la explotación de la burda cotidianidad en la literatura sobrenatural. Sin embargo, deberíamos considerar a Lovecraft como uno de los primeros y pocos escritores que, rompiendo la repetitiva evocación de lo cotidiano, representó magistralmente a una humanidad sometida a ser una criatura que se aterroriza por su nimiedad ante el insondable abismo cósmico y todo lo que allí es horriblemente posible.

Si bien una visión superficial puede juzgar tal contradicción, sucede que esto no es así al digerir con mayor detalle gran parte del canon del autor,  bajo una lente de lectura atenta en la que se puede encontrar una muestra de los dominios de lo no humano en la literatura. Se puede valorar lo anterior mediante la dinámica interna del universo literario lovecraftiano: para permitir entrever lo no humano, al lector se le requería necesariamente de medios humanos, por tanto lenguaje, medios y significación mundana; téngase en cuenta que los personajes —víctimas— tenían facilitadas herramientas tipo diarios, epístolas, transcripciones de grabaciones, análisis de tejidos orgánicos, descripciones de fotografías y toda clase de información inteligible para el destinatario.

Ejemplares son los informes de material biológico en At the Mountain Madness (En las montañas de la locura), las transcripciones de grabaciones en The Whisperer in the Darkness (El que susurra en la oscuridad) o las descripciones arqueológicas y psicológicas en The Shadow Out of Time (La sombra fuera del tiempo). Estos recursos son lo único fiable donde se puede registrar el contacto con la causa del miedo cósmico en las mentes de los receptores.

Entiéndase que no se trata de algo tan efímero o simple como se puede creer. Todo lo contrario. Lovecraft tenía su propia técnica y estructura para cultivar en sus personajes, y en el lector, el miedo a lo desconocido, convirtiendo en indispensable para la producción literaria del horror cósmico, la necesidad de la creación estética de una atmósfera que encaminara hacia tal terrible objetivo. Debido a esto se ganó críticas como las del famoso escritor argentino Julio Cortázar en sus Notas sobre lo gótico en el Río de la Plata, texto que cuenta con un reduccionismo que considera “pueril” y “arcaico” el método lovecraftiano, siendo una técnica enfática en la atmósfera y adjetivación, el cual Cortázar toma como sacados de la época de Radcliffe.

Es de resaltar aquí que, usando su rasero, Cortázar recogió las técnicas anglomodernistas, la cuales se cultivaron prolíficamente en los fructíferos años veinte, para así dar particularidad a su obra Rayuela, escrita ya en los sesenta. Las similitudes pueden verse específicamente en la desafiante narrativa joyceana, como es su titánica muestra en Finnegan’s Wake, algo que, en palabras del mismo Cortázar para atacar a Lovecraft, se entendería como uno de los demasiado frecuentes imitadores, en este caso, latinoamericano.

Es necesario asumir que Lovecraft también criticó despiadadamente a grandes autores, así como sus influencias, desde Poe hasta Chambers, incluyendo a Radcliffe o Walpole, entre otros, llegando a subestimar injustamente a varios de ellos; pero hizo una gran tarea al tratar de rastrear históricamente en muchas obras y propuestas el horror sobrenatural.

Puede ser interesante resaltar en este punto que varios de los escritores que marcaron a Lovecraft o cultivaron este horror, fueron ignorados voluntaria o involuntariamente por el mismo Cortázar en su crítica; grave error si se quería ahondar en lo uncanny y lo weird. Un desconocimiento que se encuentra también en Borges y compañía, cuando varios escritores pre-lovecraftianos no aparecen en sus introducciones a las literaturas angloparlantes. Entre los no mencionados u olvidados encontramos a Hodgson, Blackwood, Kuttner, Chambers, Ashton Smith, Belknap Long y Barlow. En Lovecraft, estos son de indispensable mención para su teorización y su crítica en el marco de su propia búsqueda y apuesta por teorizar el horror sobrenatural, debido a su riguroso enfoque en el horror cósmico, indagando no solamente en las narrativas góticas sino también en la riqueza de mitologías y leyendas, y evaluando lo weird y uncanny que ha caracterizado la incomparable imaginación norteamericana y británica, así como las culturas germánicas, mucho antes de que explotaran en los años veinte con el fenómeno pulp.

La crítica de Cortázar puede ser interesante cuando se piensa que Lovecraft no tuvo casi lectores ni analistas latinos de fama editorial como pasa con Borges y el propio Cortázar. Así mismo las críticas de este último también llegar a ser útiles como ejemplo de una errónea falta de lectura minuciosa que comprenda lo lovecraftiano. Ya que es incapaz de aprehender lo macabro, lo extraño o lo gótico para el lector hispanohablante, valiéndose de sus insulsos elogios a Stoker comparado falazmente con Lovecraft, o de sus pésimos intentos con Bierce, Stevenson y Dunsany, entre otros recursos de pobre argumentación. 

Incurre Cortázar en una aberrante subestimación e incomprensión de Radcliffe, Walpole, Wilde, Le Fanu, e incluso contra Poe, apelando a falsas cuestiones traductivas francofílicas sin fundamento alguno (llega a ignorar que el proceso traductivo puede requerir incluso lo extralingüístico), atreviéndose a caer en pésimos intentos de comparación entre lo literario y lo cinematográfico. Dando como resultado un presumido, pero impotente, ejercicio de carácter intersemiótico (Jackobson, 1959) incapaz de ser fructífero, sea por falta de sustento, seriedad o creatividad.

Con todo lo criticable, viene como anillo al dedo, para el presente texto, resaltar este error de Cortázar, puesto que coincide bastante con la actual forma de reducción y simplificación de lo lovecraftiano. Como ejemplo, tómense los aspectos dramatúrgicos y traductivos, así como lo paralingüístico y extralingüístico, contextos y situaciones en los que hoy día se trata de explotar la estética lovecraftiana. 

Ya sea en traducciones o transmutaciones (Jackobson, 1959), como son propuestas de adaptaciones tales como películas, series, videojuegos, música o arte pictórico, se generan simbolizaciones que pueden molestar a un lector ferviente, pero más allá de este prescriptivismo del lectorado profano, muchos intentos de reproducir a Lovecraft resultan en un distanciamiento ajeno a su trabajo. Una imagen errónea que puede ser causa de simplificación falaz como la de Cortázar. No significa esto que tales intentos y fallos sean censurables, si se entiende como propuesta y obra aparte, inspirada en el autor angloparlante, pero heterogénea. 

Retomando las notas de Cortázar, pueden servir a esto, ya que se anticipan y se conectan con lo que sucede en este siglo de información veloz y conectividad inmediata, donde las lecturas, la evaluación y la crítica sobre Lovecraft se llegan a reducir a lo puramente léxico-semántico, comprimidas en términos de facilidad o rapidez mental como “demonios”, “dioses” o “tentáculos”. Irónicamente, algunos de estos fueron usados por el escritor argentino. Lastimosamente, tales reducciones hoy día son virales y se toman como representación misma de este autor y toda su obra. En otras palabras, una engañosa deixis de su nombre y su obra que concluye en estos términos superficiales.

Cortázar también tomaba como pueril el énfasis que el autor de Providence hacía en la evocación de sus recursos, ambientes, paisajes y, según el argentino, “criaturas de varias extremidades”, para asustar al lector. Esto se puede explicar por su incomprensión de que tal es la manera en que Lovecraft emplea todos sus esfuerzos y creatividad para conseguir el cometido de construir entornos de un universo ficticio hecho para entrever un insoportable horror posible y creíble, a pesar de ganarse estos repudios por usar exageradamente un estilo “barroco” de adjetivación y sustantivos compuestos. 

Pero para no caer en estas faltas literarias de Cortázar, y defender adecuadamente a Lovecraft como creador del horror no humano, se debe entender que no puede limitarse a “dioses tentaculares” o “entidades de varias extremidades”, y el núcleo del análisis debe orientarse a lo que sucede con la información dispuesta en entornos de pesadilla o ensueño, aquella codificada generalmente en signos lingüísticos (porque no estamos ante la propuesta de un guion, como sucedía con los intentos de Stoker y su obra cumbre, lo que al parecer no supo Cortázar, ya que aquí se complica todo cuando interviene lo paralingüístico y lo no lingüístico, como antes se dijo). Información en una red de símbolos que dejaba el autor para evocar su particular horror por lo no humano, estratégicamente dispuestos para cumplir el objetivo de una ambientación macabra y pesadillesca, sin abandonar su meta de sembrar la inquietud y la duda. Es en este punto donde se puede pensar que se pierde la fuerza de crear un horror no humano, porque pareciera trivializarse mundanamente la esencia del mecanismo para narrar tal horror, caracterizado por ser aplastante para la trivialidad humana, estancando contradictoriamente en palabras excesivas lo que es innombrable. 

Este aparente conflicto se da porque de un lado se tienen todos los elementos semióticos destinados a vehicular el horror cósmico, mientras por el otro se tiene un miedo causado por lo inenarrable, por ende esto nunca será conocido ni reductible para las palabras de las bocas y plumas más estudiosas, racionales o prestigiosas del universo lovecraftiano. Y mucho menos será reducible en lecturas a vuelo de pluma que concluyen en términos tan pobres como los de Cortázar o las compartidas en ideas mediocres de internet.

Pero puede resolverse tal contrariedad entre la mundana narración y el horror indescriptible. Lo que se necesita entender es que se trata de un mecanismo narrativo, considérese anti-semiótico/gnoseológico. En este texto se postula llamarlo un mecanismo xenosemiótico, que significa que no puede caer y reducirse a la comprensión humana en el plano intraliterario, y mucho menos en las de una lectura pueril con afán de abarcarlo efímeramente. Al contrario, lo prosaico de lo lovecraftiano sobrevive a las críticas porque debe mantener latente este tipo de horror ininteligible, al ir perpetuando el desasosiego, ya que es gracias a esto que los desafortunados enloquecen o mueren cuando tienen un breve contacto con un pequeño fragmento de la horrorosa realidad. Incluso sin el contacto, solo basta con la especulación de lo que es el acechar de aberraciones no humanas, mientras el lector se queda en la inquietud de si es confiable o no la narración, y la misma naturaleza humana al sorprenderse por una realidad inimaginable. 

Esta ausencia de linealidad limitada que la lectura mediocre se fuerza a interpretar, es más bien una no linealidad que se mantiene con la siembra de la inseguridad sobre lo real y emocional, permitiendo oponerse a una dinámica puramente cíclica o repetitiva en los relatos, así como evita que todo relato simplemente se resuelva y simplifique con la conclusión de que hay seres como “pulpos” y otros animales marinos, “dioses o demonios de varias extremidades” o “criaturas con tentáculos” que son un problema para la humanidad, y finalizando en una burda historia. 

Pareciera ser posible en las narraciones percibir con los sentidos, empleando y explicando lo que sucede mediante categorías lingüísticas tales como “tentáculos”, “dioses” o “demonios”, y valiéndose de herramientas humanas para caracterizar a las espeluznantes realidades extraterrenales. Pero esto se contraargumenta valorando el hecho de que nunca se llega como tal a conocer los secretos del insondable cosmos, no hay certeza de tal, y aquí se encuentra la riqueza literaria en Lovecraft. Su valor filosófico o existencial, para el lector que busca tal, tómese entonces como un pesimismo antirrealista ante lo real y la verdad. 

Entiéndase que las posibilidades inimaginables que plantea la creatividad lovecrafitana, siendo digna de ciencia ficción al narrar horrores que acechan en el universo, superan todo esfuerzo cognitivo humano en su literatura y sobrepasan todos los esquemas de fallida intención descriptiva. Lo que significa que términos como “demonios”, “dioses”, “tentáculos” (inclúyase también la pobre terminología de Cortázar para mofarse del estilo lovecratiano) y otras simplificaciones categóricas, no son una explicación fiable cuando proviene de desesperadas víctimas cuyos sentidos estaban envenenados por el horror.


En lo intraliterario, en el universo lovecraftiano se trata una asustadiza e inverosímil representación de lo no humano; por lo que estas entidades cósmicas son un elemento que tiende a destruir la cordura de aquellas mentes humanas que intentan comprenderlas, significarlas y comunicarlas. Una técnica que si se piensa y evalúa es bastante creativa e ingeniosa. Ya que genera una inseguridad necesaria en la narrativa que mantiene expectante a todos, pues nunca se sabrá con certeza lo que es el horror, así se parta del absoluto, para algunos una tautología, de que el horror es como tal inalcanzable para el humano. 

Inclúyase, para reforzar lo anterior, que siendo Lovecraft un mecanicista-cientificista no solo de páginas para afuera, la ciencia también le resulta un insumo necesario e innovador para la narración sobrenatural con los avances en diversos campos científicos que resultan en estímulos para lo fantástico. Por esto en sus relatos la investigación de las entidades no humanas trata de ser una cuestión científica mediante el uso de terminología afín a las ciencias factuales e incluso a los sistemas ideales o formales, como la geometría no euclidiana. Son estos los recursos que se tienen al alcance, y los más fiables para los humanos; sin embargo, el comportamiento anti-gnoseológico o, como aquí se propone, lo xenosemiótico de la narrativa, impide que se avance en saberlo y reducirlo al conocimiento humano y su categorización. Destruyendo así en mente y cuerpo al personaje investigador-víctima, o cuando menos dejando clara la imposibilidad misma de comprender tal horror mediante alguna actividad humana, como la ciencia, cuando enfrenta aquello que le es ajeno e incomprensible, como el insondable e incognoscible miedo que causa el cosmos. 

También se puede apoyar esta forma de comprender la dinámica intraliteraria de la estética lovecraftiana, teniendo presente que su obra en sus significantes tiene un carácter heterogéneo (Zima, 2010), por lo que se debe entender gradualmente dependiendo de la arbitrariedad o iconicidad ante lo que se cree que refiere o no lo hace. Ya que el autor construye su propio sistema simbólico (lingüístico), siendo, en lo sociocultural, un polisistema literario (Even-Zohar, 1979), cuya característica principal es la evasión a través de convenciones, o una significación distinta a lo establecido en lo extraliterario.

Algo que también debe reconocerse a nivel sociolingüístico como una variedad de lo diafásico (Montes, 1993); pero no solo diafásico por ser sublime o por la percepción de prestigio y pulcritud de lo literario, sino por tratarse de  una variación misma de carácter sociocultural donde interviene lo ideolectal o lovecraftiano, y por hacerse más heterogéneo al integrarse dentro de la obra literaria misma, permitiendo incluso que su interpretación sea esquiva o tan variada que genera debates e indagaciones interminables. Gracias a tales discusiones, valoraciones y lecturas tan variadas es cuando se enriquece y demuestra el gran valor de su aspecto heterogéneo.

 Puede plantearse también que, dentro del universo intraliterario, llega a ser inútil todo intento que parta de un desesperado glosocentrismo (Bunge, 2001), lo que se traduce en la confianza exclusiva en nuestro sistema semiótico (el idioma humano) como herramienta para aprehender o verificar una realidad externa. Ya que nos encontramos en Lovecraft con un cosmos de horrores indescriptibles, convirtiendo toda categoría lingüística en inverosímil, pues el horror se establece como ininteligible para el narrador o persona, y por tanto indecible. 

Esta propuesta y dinámica literaria lovecraftiana se vale de la condición débil del pensamiento humano consistente en que ante esa realidad incognoscible solamente queda el escepticismo o pesimismo gnoseológico, uno muy cercano a Nietzche, pensador que desde su fenomenismo gnoseológico negaba la posibilidad de conocer la realidad en sí (Bunge, 1999), lo que viene al caso, ya que este reconocido filósofo alemán fue leído y apreciado por Lovecraft, incluso mencionado indirectamente en su literatura. 

Por lo tanto, en la dinámica de la literatura lovecraftiana, la generación de significado sufre una ruptura y perece cuando hay un contacto directo con los elementos no humanos de la realidad material (por esto sí merece el nombre de terror cósmico materialista). Se rompe dicha semiosis, ese signo que se dispone en lugar de objeto o realidad, como un tipo de idea (Haack, 1998), siendo afectado por tal realidad, y que actúa como un vehículo que lleva a la mente hasta esa realidad externa (Peirce, 1997) que es el vehículo del horror cósmico que se extingue después de su acometida de atemorización. 

Esto hace que se encierre insalvable el significado de la infinita red semiótica peirceana, o sea en las palabras humanas, un significado que luego se destruye o nunca se logra, ya que es abandonado a la suerte de las consecuencias del horror cósmico, donde la mente derrotada por el miedo o la muerte impide como tal la comprensión, fracasando para siempre el conocimiento y la simbolización en el inquieto desconocimiento y el pesimismo por la inferioridad humana. 

Posiblemente, en Lovecraft no se puede llegar a lo no humano en sí mediante tecnologías y esfuerzos que no sean de origen humano. Pero es fundamental que esto suceda, porque es lo que mantiene la irregularidad e innovación de su universo literario, un sistema meta-blackwoodiano enfermo, que rompe con el conocimiento por culpa del horror, exista o no siempre una abducción (Eco, 1985)  en R’lyeh. En otras palabras, se trata de un sistema dinámico, llámese anti-gnoseológico, antisemiótico, y mucho mejor si se le considera xenosemiótico y apeirofóbico, en el que el carácter insondable, causado por horrenda sensación del abismal cosmos, debe registrarse mediante este desasosiego gnoseológico, y es el motor de lo uncanny en la literatura del autor y que él tanto buscó generar mediante la creación de universos, planetas, regiones y lugares macabros. 

Esto significa que toda palabra o expresión se convierte en un descriptor inverosímil e inútil si su función está determinada, y siempre será registrar y evocar el profundo horror inenarrable que lleva a los desgraciados personajes a la inestabilidad mental o la destrucción como consecuencia de acercarse a lo desconocido e inhumano. Tratándose algo imposible de aprehender en solamente unas palabras pronunciadas por humanos, como sucede al tratar de pronunciar nombres de estos seres no humanos. Por lo que siempre rehuirá de la pluma o la voz la comprensión de tal horror, destruyendo estos intentos y dejando la incertidumbre, en una técnica bastante creativa que escapa a la superficial lectura viral y efímera que se quiere convertir en el camino más fácil y la única que valora como tal al escritor. 

En definitiva, debe saberse que la débil y minúscula humanidad, a la que sometió Lovecraft a sus horrores desconocidos en su obra, será inevitablemente incapaz de describir de otra manera que no fuese con categorías convencionales a las entidades cósmicas con las que entra en contacto en los relatos. Por esto los personajes y narradores —víctimas— se toparon con seres que para ellos eran descriptibles solo en palabras como demonios, monstruos oceánicos tentaculares o deidades antropomórficas, y los lectores lo cierran así de un primer vistazo, sin considerar que la locura o la muerte inminente hace imposible toda descripción fiel y objetiva de entes no humanos, pues el terror empaña los sentidos alterando la percepción de quienes se asoman al abismo infinito. 

Es el pobre consuelo de todo ser humano, y la angustia para el lector que rasga afanado la superficie, que caiga en la retorcida imaginación de Lovecraft. Si llega a sobrevivir, jamás entenderá estos horrores, siendo el cosmos inescrutable e inexpugnable. Solo le queda enloquecer al aceptar que son incuantificables las formas de vida inhumanas que del vacío, dimensiones, planetas, épocas y universos pueden provenir para atormentar a una especie que se compara tan insignificante, y se arrodilla asustadiza, ante lo desconocido. Nota: Este texto se engendra junto con una micro-argumentaición publicada en el blog Radiotelescopio abandonado, manteniendo el mismo nombre, y que por aprecio de tal texto conserva su nombre, ya que lo aprecio como preliminares de una empresa que me he planteado desde hace años como xenosemiótica en la obra de Lovecraft.

Bibliografía 

Borges & Zemborain (1967). Introducción a la literatura norteamericana. España: Alianza Editorial. 

Borges & Vázquez (1965). Introducción a la literatura inglesa. España: Alianza Editorial. 

Bunge (2001). Diccionario de Filosofía. España: Siglo XXI Editores. 

Bunge (1999). Buscar la filosofía en las ciencias sociales. España: Siglo XXI Editores. 

Cortázar (1975). Notas sobre lo gótico en el Rio de la Plata. Cahiers du monde hispanique et luso-brésilien. Volume 25 (Numéro 1) pp. 145-151. Recuperado de: http://www.persee.fr/doc/carav_0008-0152_1975_num_25_1_1993 

Eco (2012). Abducción en Uqbar. En Eco (2012), De los espejos y otros ensayos (pp. 173-184) España: Debols!llo. 

Haack (1998). We Pragmatists: Peirce and Rorty in Conversation. En Haack (1998), Manifesto of a Passionate Moderate (pp. 31-47). United States of América: University of Chicago Press. Recuperado de: http://web.ncf.ca/ag659/308/Peirce-Rorty-Haack.pdf 

Even-Zohar (1979) Teoría de los polisistemas literarios. Recuperado de: https://www.tau.ac.il/~itamarez/works/papers/trabajos/EZ-teoria-polisistemas.pdf Jackobson (1959). On linguistics aspects of translation. Recuperado de: https://www.stanford.edu/~eckert/PDF/jakobson.pdf 

Lovecraft (1927). Supernatural Horror in Literature. Recuperado de: http://www.hplovecraft.com/writings/texts/essays/shil.aspx 

Montes (1993). Dialectología general e Hispanoamericana. Colombia: Instituto Caro y Cuervo. 

Pierce (1997). Escritos filosóficos, Volumen 1. México: El Colegio de Michoacán A.C. 

Zima (2010). Para una sociología del texto literario. Colombia: Instituto Caro y Cuervo.

La fitocronotopología de Simak

Publicado originalmente en Máquina Combinatoria

El tiempo ha sido una atesorada necesidad que se ha buscado, valorado y pensado desde la filosofía, como magnitud en las ciencias o en la literatura como la sucesión de eventos de una narración, sea esta metódica o transgresiva. Se la ha categorizado como cronotopo, como tiempo verbal o literario, según se algunos teóricos. Dada la importancia que tiene el tiempo su complejidad no solo es académica, sino es un aspecto indispensable de las sociedades. Es por eso el ordenamiento de la vida cotidiana como tal, que se ve en horarios, relojes, cronograma, fechas, plazos y eventos de todo tipo.


En los productos de ficción especulativa el tiempo ha sido abordado como recurso, herramienta, enemigo o aliado. Desde los trabajos iniciales victorianos hasta la gran variedad imaginativa de la edad de oro de la ciencia ficción, el tiempo ha permitido la ideación de máquinas hasta extraordinarias habilidades o aflicciones para atravesar el tiempo.

En la novela All flesh is grass (1965) Clifford D. Simak logra singularizar la idea del espacio-tiempo, gracias a su naturaleza literaria como cronotopo. El autor logró convertir el sencillo pueblo de Milville en una colonia de entidades extraterrestres fitomorfológicas. Allá estos entes como seres inteligentes y organismos colectivos, con forma de flores, han superado los límites espaciales, y han encontrado en el tiempo la solución en la demanda de espacio vital.

Tales organismos eligen esta comunidad que pasa de la tranquilidad, la ruralidad y la cotidianidad hasta convertirse en la burbuja o el hábitat fitocronotopológico en la que el acceso al tiempo permite, tanto a flores, como algunos humanos, divisar la geografía a lo largo del suceso de eventos. La habilidad extraterrestre les posibilita que tal lugar, como recurso, pueda hacerse ilimitado si se avanza o se regresa a lo largo de su línea histórica-temporal, haciendo una que sea colonizable, lo que en otro momento no lo fue para estas extrañas criaturas de aspecto floral. Se trata de otra forma de abordar el viaje en el tiempo de manera distinta como herramienta para la supervivencia.

El pueblo simakiano se convierte en punto espacio-temporal de una pasiva colonización extraterrestre temporal, mientras la incertidumbre caótica y el aislamiento rompen el curso de la cotidianidad humana. En este contexto, es involucrado el narrador como emisario de lo no humano, ante representantes terrenales, en un ambiente de duda y desasosiego. Con ambas partes se piensa en la inminente destrucción al no darse el diálogo o la convivencia, marchando el tiempo rumbo a la desesperación por las más oscuras posibilidades.

All flesh is grass es una obra que viene a interés en esta época de encierro de poblaciones por emergencias sanitarias. Con su argumento podemos reflexionar este hecho contemporáneo, dado que se alude al aislamiento al que se somete el pueblo Milville de manera tan repentina e inesperada. Tal encierro afecta a la vida de las personas, además que se lo trata como algo inusual que condiciona la cotidianidad misma de las personas que deben aislarse y limitarse en su contacto con el exterior. En este sentido, la posibilidad que ofrece la ciencia ficción simakiana es actual, porque nos hace ver la vida desde el aislamiento generalizado ante eventos que rompen con la realidad diaria.