(...) Porque las grandes leyes no surgen por inspiración divina, sino que hay que pensar e investigar duramente para encontrarlas. Ordinariamente se obtienen tras el trabajo colectivo de muchos siglos de actividad científica. Después que Genovi 41 descubrió que Lagash tenía un movimiento de traslación alrededor del sol Alfa y no al contrario (y esto ocurrió hace cuatrocientos años), los astrónomos se pusieron a trabajar sobre esta base. Los complejos movimientos de los seis soles fueron registrados, analizados y confrontados. Hipótesis tras hipótesis, las conclusiones primarias eran confrontadas con las secundarias, rectificadas, comprobadas las rectificaciones y nuevamente arriesgadas las hipótesis. Fue un trabajo infernal.
Sin caer en el oscurantismo, más bien en la divulgación, en uno de sus mejores cuentos, Anochecer (Astounding Science-Fiction, septiembre 1941), el autor, mediante el psicólogo Sheerin en el observatorio de Saro, le expone a Theremon que las leyes científicas no son ocurrencias o epifanías tomadas a la ligera, son el resultado de investigación dura, seria y extensa, de la producción de conocimiento como un proceso arduo y constante, este desasosiego, el constante investigar, se basa en la provisionalidad de los postulados científicos, ya que siempre se presentarán refutaciones, interrogantes, cambios o verificaciones en los planteamientos debido a la imparable investigación. Evidenciando la dinámica de la ciencia, diferenciándola de las supersticiones de carácter inmutable e incuestionable, materializada en la actividad de los hombres de ciencia esforzándose por siglos en la búsqueda del entendimiento del universo.
Una excelente explicación a través de una discusión sobre la Ley de la Gravitación Universal que regía el planeta ficticio de Lagash del breve, pero grandioso, texto de Isaac Asimov.
Enlace de interés:
La maleta de Asimov, o por qué lo que ayer era bueno hoy es malo (y viceversa)
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