La literatura gótica no es la antagonista en la historia de los valores ilustrados

Texto publicado originalmente en Nullius in Verba Site.


The fiery walls rushed back! An outstretched arm caught my own as I fell, fainting, into the abyss. It was that of General Lasalle. The French army had entered Toledo. The Inquisition was in the hands of its enemies. The Pit and the Pendulum, E. A. Poe (1842) 

El lector inadvertido y poco informado llega a considerar a la literatura gótica como solo una manifestación que se plantea terrorífica del irracionalismo reaccionario romántico, basta con imaginarse los dramas sentimentales, la desesperación entre castillos abandonados, ciegas mentes supersticiosas asustadas por monstruos y fantasmas, todo esto contenido en viejos tomos decimonónicos renegando desde estantes polvorientos de la modernidad. Simbolizan como tal un cultivo primordial al irracionalismo, combustible del romanticismo literario, lo que termina haciendo de dichas obras algo totalmente execrable si se aprecia los valores ilustrados que permiten admirar los avances en materia de desarrollo humano de algunas sociedades actuales, las cuales se asientan sobre la idea de la libertad, el derecho universal, el progreso y la razón.

Posiblemente entre tales descuidados lectores y desinformados encontremos letrados y referentes literarios como William Opsina quien, en una columna elogiando la labor docente, aseguraba que la rebelión romántica, o sea gótica, orquestada en los salvajes confines de Suiza, que dio origen al vampiro y a la abominación conocidos por el común, era la contrariedad de entrar a una habitación iluminada que causaban los ilustrados, llevándonos a una habitación en tinieblas. Se suma el escritor Mario Mendoza, quien dedica un análisis al neoprometéico monstruo dieciochesco, en la que considera a la obra de Shelley como contrariedad de lo romántico a lo racional ilustrado, y al final asume como acertada la lectura de dicha como una crítica anticipada al declive racionalista del moderno hombre occidental, evidenciando, junto con la primera guerra mundial, según él, la farsa de la revolución francesa, el progreso y los derechos humanos.Algo similar reflexionó el teórico literario Terry Eagleton, en su obra sobre la novela inglesa, considerando que lo gótico es la fasceta oscura de la razón deciochesca. Finalmente, vale la pena tener presente a Sánchez-Verdejo Pérez, en su magistral texto recoge la semiótica de lo gótico, en el cual postula que lo gótico sí es una reacción a los avances científicos e industriales que desencadenó el pensamiento dieciochesco.

Teniendo en cuenta lo anterior, al parecer, nos encontraríamos en una posición que va a contracorriente de la idea común, sostenida incluso por intelectuales, que se tiene sobre la literatura gótica como una manifestación artística de deleitable irracionalidad, siendo cierto sí y solo sí nos basamos en la autoridad quienes afirman y la cantidad de quienes así lo creen, pero no necesariamente el rigor académico, argumentativo y la evidencia hallada en estudios literarios.

Afortunadamente en los estudios literarios, la teoría y la crítica, existe la discusión académica permanente (al igual que sucede con la innovación y experimentación literaria), yendo más allá de la autoridad, algo que lo demuestra el anteriormente citado Sánchez-Verdejo Pérez cuando cita y discute la apreciación de Robert F. Geary sobre lo gótico, este último resulta demostrando en primera instancia que es posible encontrar que las obras, lecturas y estudios enfocados en el romanticismo literario y la literatura gótica no contraponen necesariamente estas manifestaciones con la herencia axiológica, académica e ideológica del siglo de las luces.

Si no es convincente lo afirmado Geary al abordar la novela gótica, lo cual hace de manera despectiva, no como una contradicción al auge racionalista, por el contrario, complaciente al influjo racionalista de la época dieciochesca, puede servirnos la lectura que hace Evan Gottlieb de la obra gótica, como parte de sus estudios de romanticismo literario, especialmente el canon de Ann Radcliffe, en las que se exhibe una conciencia conectada con lo internacional, un cosmopolitismo latente, a pesar de la oposición británica a los ideales franceses ilustrados y la asociación que existe del romanticismo con el nacionalismo retrógrado, manifestado en las obras por parte de varios de estos escritores románticos, además de Radcliffe, en la época previa al auge del nacionalismo imperial que logró la victoria en Waterloo. Gottlieb también cita Robert Miles, una obra dedicada a Walter Scott, para sustentar la idea de que la novela romántica aprehende de las ideas racionalistas dieciochescas.

Así mismo, las obras góticas, muchas veces no consideradas como tales, exhiben el atractivo del progreso tecnológico de la época, en la obra mediatizadora, mas no la primera, del vampirismo del irlandés Bram Stoker, encontramos el valor del uso de la cámara fotográfica, el fonógrafo y la máquina de escribir, en general, de la tecnología, como lo resalta el traductor de la obra encargado por Valdemar Oscar Palmer Yañez, y algo similar planteó Kelly Hurley en un ensayo dedicado al inglés William H. Hodgson, demostrando en este autor una aprehensión de las ideas darwinistas para plasmar su horror futurista antirrealista (literario), al igual que muchas obras góticas victorianas retomaban estas ideas evolucionistas y científicas como un recurso literario para sus abominaciones. Otro dato interesante, sugerido por Peter Walmsley, puede encontrarse al reflexionar sobre el alcance increíble discusión filosófica y científica que nace del pensamiento de Descartes, durante la ilustración, lo que afectó la visión la anatomía, cuerpo humano y la muerte, discusión en la que entra también la visión de La Mettrie, y la cual se puede encontrar como base ilustrada para la explícita y corporal obra de el marqués de Sade.

El apoyar la idea del avance ciencia apreciado como un recurso literario, es una idea que se puede encontrar en Howard P. Lovecraft, heredero, crítico y transformador de lo gótico, plasmada en su ensayo dedicado al horror sobrenatural en la literatura de la órbita angloparlante. Según el autor es posible sustentar la imaginación literaria gracias a los progresos de la ciencia en diferentes campos, siendo Lovecraft un anglófilo interesado en varios ilustrados del supremamente racional Siglo de las Luces, elogio recogido por S.T. Joshi en una obra recopilatoria del pensamiento ateo del autor.

Frente al siglo en cuestión, el texto de Todorov dedicado a la ilustración, podría ser una orientación básica pero importante sobre la característica de esta época en ebullición, y más que cerrarse a ser solamente una oleada de purga axiológica y filosófica racionalista, es posible ver La Ilustración como un momento de discusión, debate y contradicción, que evidenció la diversidad de opinión, dando paso a la discusión política y académica y demandó la necesidad de ilustrarse para entrar en esta discusión sobre el cambio de un mundo establecido a diferentes mundos pensados por muchos. Algo que puede haber sucedido con la literatura gótica, que se unió a la discusión frente al cambio internacional radical después de la Revolución Francesa y el progreso científico y tecnológico, inspirando un siglo entero posterior de revoluciones, ya en su etapa decimonónica se diversificó tomando muchas ideas contrarias o no a los valores o ideas del siglo anterior, siguiendo un curso heterogéneo, algo que, si es cuestión de seriedad, no podría reducirse falazmente a considerarla una expresión enemistada de lo ilustrado.

Con la enriquecida discusión bibliográfica anterior, nos encontramos que muchas propuestas de la literatura gótica, y del romanticismo literario, demuestran todo lo contrario a un explícito desprecio por el progreso y los valores ilustrados, algunos escritores aprehendieron de la ciencia y el conocimiento de la época para utilizarlos como un recurso narrativo que alimenta su complejo universo literario. Esta característica, contradictoria para muchos, es la evidencia de la ilimitada creatividad innovadora que caracteriza el ejercicio literario, no hay prescripción o reglas inviolables para el proceso de creación literaria, y mucho menos lo hay para la literatura gótica.

Debido a esto, no se puede enjuiciar o prescribir la literatura gótica por retomar o despreciar los valores deciochescos, ya que a la luz de una visión de análisis, teoría y crítica literaria se debe comprender, y describir, que el universo ficticio se rige por sus propias leyes que no comprometen la realidad, la verdad o el estado de las cosas extraliterarias, aunque sí necesita de tales como bases para su consolidación, son recursos utilizados para la producción de la obra, pero con muy poca posibilidad son argumentos verídicos para refutar o contraargumentar aspectos axiológicos, epistemológicos o científicos de las ideas ilustradas. Si llegase a ser esto último el objetivo del autor, necesitaría de mucho más que de creatividad literaria para entrar en un debate de un nivel filosófico y científico.

Tampoco se debe, entonces, asignar una obligación pedagógica, política y moral, a la obra literaria, sea a favor o en contra de los valores ilustrados. Pues, además de caer en una potencial censura, no es tal la obligación de la producción literaria al tratarse de un plano libre a la imaginación del lector y el escrito, y caería en lo insulso del actual fenómeno de lo políticamente correcto o complaciente con dogmas e irracionalidades que podían estar aceptadas por una sociedad en general, algo que entraría en un círculo vicioso de juzgar y prescribir a la obra, más no buscar estudiar, describir y comprender la obra, saliéndose de un interés académico de cuidado epistemológico y metodológico para quedarse uno de carácter subjetivo e insostenible.

Con la increíble libertad del escritor y la obra, puede existir incluso el juego con la ironía, una muestra ejemplar de esto, fuera del plano considerado gótico, es el creador de Sherlock Holmes, el médico y autor británico Arthur Conan Doyle, un creyente en lo paranormal que escribió las aventuras del detective lógico, calculador y escéptico más famoso del mundo, un símbolo moderno de la investigación y razonamiento que ha trascendido la literatura, Holmes no era más que un personaje ficticio de un médico escocés que creía en sesiones espiritistas, lo que le costó la amistad con el ilusionista Harry Houdini, un denunciante por excelencia de la charlatanería. El razonamiento y lógica en las narraciones de Holmes eran una ficción literaria, ya que la verdadera visión del autor era la de un mundo de posibilidades paranormales que aceptaba con profundo interés.

No siendo esta la única obra cuya ironía confunde, se pueden encontrar una gran cantidad de ficciones en las que, dentro de la obra, la ciencia queda rezagada ante lo sobrenatural, pero sus recursos literarios pueden depender del conocimiento científico mismo para dar rienda suelta a la imaginación. Es posible que pueda ser objeto de estudio lo paradójico en el hecho de que aquellas entidades ficticias, que se creían horrores del fracaso ilustrado, resulten ser creaciones de sociedades que heredaron los valores de la era de la razón, convirtiéndose en faros del progreso e industrialización, como sucedió con Gran Bretaña, patria de Shelley y Stoker. Sus creaciones son símbolo de un horror de herederos de los valores ilustrados, no heraldos terroríficos de la gnoseofobia anti-racionalista. Si se lee con atención, la abominación creada por Frankestein nunca se detuvo en ilustrarse y aprender más sobre el mundo, mientras la maldad de Drácula lo llevó a aprehender más sobre la humanidad para llevar a cabo sus planes, de ahí se sigue que ambas monstruosidades son parte del flujo y tradición gótica, nacida en el Siglo de las Luces.

Finalmente, si se hace una búsqueda rigurosa y objetiva sobre la literatura gótica, se pueden evitar interpretaciones o falacias de quienes denigrarán de alguna propuesta narrativa por ser antirrealista a nivel intraliterario, aunque también puede serlo al nivel extraliterario del autor, cuando lo más académico, y honesto intelectualmente, es comprender mediante el estudio riguroso que tanto la burla o apología al progreso ilustrado, los valores occidentales y la ciencia, es una propuesta que puede someterse al estudio científico interdisciplinar, sin caer en ningún tipo de incoherencia, incorrección o deshonestidad epistemológica, lógica, axiológica o filosófica, por parte del investigador o el lector. Todo lo contrario, ofrece una visión más objetiva, del poder creativo e ilimitado, en cuanto a imaginación, de la literatura, y también de lo impredecible que puede ser su estudio o lectura si no se cuida de evitar sacar conclusiones e interpretar sin escrúpulo teórico, guiándose solamente por la autoridad y el sentido común, atribuyendo antagonismos a lo que no lo es o convirtiendo en villanos lo que es no más una manifestación de arte parte de la otredad gótica, un juego de la contrariedad utilizada para la ficción gótica para alzarse como símbolos de lo extraño, oscuro e inquietante.


Referencias:

  • Eagleton (2009) La novela Inglesa. Ediciones AKAL 
  • Geary (1992) The Supernatural in Gothic Fiction: Horror, Belief, and Literary Change. Edwin Mellen Press 
  • Gottlieb (2013) Walter Scott and Contemporary Theory. Bloomsbury 
  • Joshi (2010) Against Religion: The Atheist Writings of H.P. Lovecraft. Sporting Gentleman
  • Lovecraft (1927) Supernatural Horror in Literature. Disponible en: http://www.hplovecraft.com/writings/litcrit/shil.aspx 
  • Todorov (2014) El espíritu de la Ilustración. Galaxia Gutenberg 
  • Walmsley (2016) The Melancholy Briton: Enlightenment Sources of the Gothic. En Wallace (Ed.) Enlightening Romanticism, Romancing the Enlightenment: British Novels from 1750 to 1832. Routledge

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