Fragmentos literarios

No soy nadie para presumir sobre la literatura, ni si quiera la escritura o lectura, pues tengo pocos hábitos para ello y la escritura no es algo en lo que sea muy hábil, pero en el tiempo que le he dedicado a una infinidad de páginas cargada de textos con diferentes mensajes he logrado encontrar memorables fragmentos que marcan para siempre la vida y son dignos de ser recordados.
Aquí van algunos:


Enero 28: En el siglo xix la ciudad arquetipo era París. En el xx ha sido Nueva York. Ahora, a las puestas del tercer milenio, la ciudad tercermundista es el arquetipo: caos, violencia, cordones de miseria, vagabundos nómadas en busca de alimento, niños asesinos y asesinados, habitantes de las alcantarillas, multitud de dementes por las calles... Nosotros ya nunca seremos como París o Nueva York, sino al revés. Ellas, cada ves más, se parecen a Bogotá, a Río de Janeiro o a Ciudad de México. Somos el futuro. He ahí nuestro difícil privilegio.

Scorpio city, Mario Mendoza

En Bogotá el que no sabía ausentarse de sí, el que no tenía estrategia de fuga se hundía en su propia conmiseración. Cualquier destino era bienvenido, pensó, excepto el del hombre que termina ahogado en sus quejas y lamentos.

Scorpio city, Mario Mendoza

Hacía un día espléndido, pero hasta en el fuerte sol reinante parecía presagiarse una inquietante calma, como si algo espantoso se cerniese sobre aquellas montañas extrañamente rematadas en forma de bóveda y sobre los profundos y sombríos barrancos de la asolada región. De vez en cuando podía divisarse recortado contra el cielo un lúgubre círculo de piedras en las cumbres montañosas.

El horror de Dunwich, Howard Phillips Lovecraft

Al despertar no lograba acordarme de todo, pero los fragmentos que recordaba habrían bastado para hacerme pasar por un loco, o quizá por un poeta maldito.

La sombra sobre Innsmouth, Howard Phillips Lovecraft

He contemplado todo lo que en el universo puede haber de horroroso, y aun los cielos de la primavera y las flores del verano me parecerán desde ahora impregnados de veneno.

La llamada de Cthulhu, Howard Phillips Lovecraft

Me ganó el horror. Sentí un indecible malestar, una aguda repugnancia y mis manos dejaron de sujetar el volante. El ser que tenía junto a mí en el asiento ya no era la el amigo de toda la vida; era una monstruosa criatura que parecía provenir de los espacios siderales e irradiaba desconocidas y malsanas fuerzas.  

El ser en el umbral, Howard Phillips Lovecraft.

¿y tu quieres ser un escritor?
es esa clase de guerra:
la creación mata,
muchos se vuelven locos,
algunos pierden el rumbo
y no lo pueden hacer
nunca más.

Manual de combate, Heinrich Karl Bukowski

Es comprensible. El talento termina siendo muchas veces el peor enemigo del artista y tarde o temprano se voltea contra él. Y a mayor talento, peor.

La ciudad de los umbrales, Mario Mendoza

¡Oh Señor nuestro Dios, ayúdanos a destrozar a sus soldados y convertirlos en despojos sangrientos con nuestros disparos; ayúdanos a cubrir sus campos resplandecientes con la palidez de sus patriotas muertos; ayúdanos a ahogar el trueno de sus cañones con los quejidos de sus heridos que se retuercen de dolor, ayúdanos a destruir sus humildes viviendas con un huracán de fuego; ayúdanos a acongojar los corazones de sus viudas inofensivas con aflicción inconsolable; ayúdanos a echarlas de sus casas con sus niñitos para que deambulen desvalidos por la devastación de su tierra desolada, vestidos con harapos, hambrientos y sedientos, a merced de las llamas del sol de verano y los vientos helados del invierno, quebrados en espíritu, agotados por las penurias, te imploramos que tengan por refugio la tumba que se les niega -por el bien de nosotros que te adoramos, Señor-, acaba con sus esperanzas, arruina sus vidas, prolonga su amargo peregrinaje, haz que su andar sea una carga, inunda su camino con sus lágrimas, tiñe la nieve blanca con la sangre de las heridas de sus pies! Se lo pedimos, animados por el amor, a Aquel quien es Fuente de Amor, sempiterno y seguro refugio y amigo de todos aquellos que padecen. A El, humildes y contritos, pedimos Su ayuda. Amén».

La oración de guerra, Mark Twain

Hay motivos para abrigar la esperanza de que mi experiencia haya sido, al menos en parte, una alucinación, desde luego justificada por las circunstancias. No obstante, la impresión de realidad fue tan terrible, que a veces pienso que es vana esa esperanza. 

La sombra fuera del tiempo, Howard Phillips Lovecraft

Siempre recuerdo que, en el patio de la escuela, cuando aparecía la palabra ‘poeta’ o ‘poesía’, todos los pendejos se reían y se burlaban. Puedo ver por qué: es un producto falso. Ha sido falso y snob y endogámico por siglos. Es ultradelicado, sobreapreciado. Es un montón de mierda. Durante siglos, la poesía es casi basura total. Es una farsa. Ha habido grandes poetas, no me entienda mal. Hay un poeta chino llamado Li Po. Podía poner más sentimiento, realismo y pasión en cuatro o cinco sencillas líneas que la mayoría de los poetas en sus doce o trece páginas de mierda. Y bebía vino también. Solía quemar sus poemas, navegar por el río y beber vino. Los emperadores lo amaban porque podían entender lo que decía. Por supuesto, sólo quemó sus poemas malos. Lo que yo quise hacer, si me disculpa, es incorporar el punto de vista de los obreros sobre la vida... los gritos de sus esposas que los esperan cuando vuelven del trabajo. Las realidades básicas de la existencia del hombre común... algo que pocas veces se menciona en la poesía desde hace siglos. Mejor, que quede registrado que dije que la poesía es una mierda desde hace siglos. Y una vergüenza.

Interview magazine, September 1987 (Sean Penn), Heinrich Karl Bukowski


Y ahora, cuando por fin estaban allí, el último destello de Beta, el postrer gemido de una agonizante llama, relampagueó triste y pobremente sobre una humanidad a la que abandonaba dejándola sin otra compañía que el miedo al universo.

Anochecer, Isaac Asimov


(...) ¡Ah, sí! Los lectores de ciencia ficción estábamos evadiéndonos. El resto del mundo no se preocupó por las bombas atómicas hasta nueve años más tarde.

La edad de oro de la Ciencia Ficción 1936, Isaac Asimov

Más allá de los abismos de la noche iluminados por la pálida luna, 
He vivido mis vidas sin número, 
He sondeado todas las cosas con mi mirada; 
Y me debato y grito cuando rompe la aurora, y me siento 
Arrastrado con horror a la locura.

Némesis, Howard Phillips Lovecraft


Me he asomado más allá de los confines del infinito y he invocado a los demonios de las estrellas... He cabalgado sobre las sombras que van de mundo en mundo sembrando la muerte y la locura...

Desde el más allá, Howard Phillips Lovecraft

Me desgradan los traficantes de misterios, pero, entre ellos, me desgradan especialmente los aficionados.

Cuando uno se enfrenta a engañabobos a sueldo, puede al menos saltarle encima y desenmascararlo en cuanto ha descubierto su truco. Él está ahí para engañarle a uno, y uno está ahí para ponerle en evidencia.

El parásito, Arthur C. Doyle

Más allá de las regiones frecuentadas por el hombre,
Donde se consume solitario en un estado espantoso
Un espíritu inerte y desolado;
Un espíritu viejo y atroz,
Agobiado por una terrible melancolía,

El lago de la pesadilla, Howard Phillips Lovecraft

Tenía el libro que indicaba la vía secreta
Para atravesar el vacío y las pantallas suspendidas en el espacio
Que mantienen a raya a los mundos sin dimensiones
Y confinan a los eones perdidos en su propio dominio.
Al fin era mía la llave de aquellas vagas visiones
De agujas contra el sol poniente y bosques crepusculares
Que se ciernen borrosas sobre los abismos, más allá de las precisiones
De esta tierra, acechando como Memorias de infinitud.


La llave, Howard Phillips Lovecraft

Pero lo peor de todo eran aquellos seres: (...) Algunas eran odiosas parodias de formas de vida orgánicas conocidas mientras que otras parecían extraídas de febriles sueños sobre otros planetas o galaxias.

Horror en el museo, Howard Phillips Lovecraft y Hazel Heald


Sin embargo mi temor no era un ordinario temor sobrenatural. Era infinitamente mayor, más extraño, y parecía surgir de algún sombrío y ancestral sentido de terror, más profundamente perturbador que cualquier cosa que yo hubiera conocido o soñado antes.

Los sauces, Algernon Blackwood

0 comentarios:

Publicar un comentario