Aunque pareciese que le faltó darle más reconocimiento al creador de Sherlock Holmes, el escritor argentino no partió a la inexistencia sin antes plasmar su admiración por el detective victoriano mediante un poema, titulado con el nombre de este inglés inexistente y recopilado en la obra Los conjurados, el cual cierra de forma épica y memorable:
Pensar de tarde en tarde en Sherlock Holmes es una
de las buenas costumbres que nos quedan. La muerte
y la siesta son otras. También es nuestra suerte
convalecer en un jardín o mirar la luna.
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