Los críticos liberales

La discusión sobre la influencia política en la literatura y el papel de la literatura en el campo político siempre está servida. Pero a pesar de la negación sobre la inevitable relación entre ambos asuntos, es evidente que se afectan mutuamente, para bien o para mal. Igualmente ambos aspectos son una representación de la sociedad e influyen en esta.

En relación a esto David Jimenez reseña en el libro Historia de la crítica literaria en Colombia el comportamiento y dinámica de la crítica en el siglo XIX en Colombia, una época de cambios fortuitos de ideales y paradigmas en un país altamente religioso, mostrando un panorama interesante mediante un conciso análisis de ciertos personajes, y sus aportes, destacados en esta materia.

En el texto desde el inicio evidencia una crítica literaria supeditada a la religión mayoritaria de la nación, junto a una tendencia conservadora que triunfaba en el estado, premisa con la que se abre la primera parte, dedicada a este siglo industrial, empezando con José María Samper:

(...) la literatura, decimos, tiene una misión universal por excelencia, y ella está predestinada, a reconstruir la civilización sobre las bases del cristianismo 
Samper era uno de los muchos casos de desprecio por el desarrollo tecnológico de la época, temiendo que este paganismo industrial influenciara la literatura que él tomaba como otro vehículo para llevar a cabo la cristianización. Prescindiendo de Rafael Núñez, líder de la regeneración, de criterios similares a Samper, el autor resalta a Miguel Antonio Caro, por sus estudios y erudición, sacando a relucir la crítica de este que se sustentaba en la tradición hispánica, un ferviente nacionalismo y la religión como elementos necesarios para el arte y las letras, era por este motivo que consideraba que Voltaire, el deísta francés ilustrado, tenía un pensamiento superficial para valorar el arte. A su vez que afirmaba con vehemencia:

(...) el arte en general y la poesía en particular, en sus condiciones esenciales (...) siempre aparece ligado a la religión.

Por esto no era extraño que Caro sustentara sus críticas en la fórmula:

El catolicismo es la más poética de las religiones.
En toda la primera parte de libro la esperanza de encontrar una crítica literaria que no estuviese contaminada con sentimientos religiosos y tradicionalistas en esa época, en momentos de inevitable progreso científico, parece desaparecer de no ser por Camacho Roldán, y, en especial, Juan de Dios Uribe, ambos de visión liberal, laica y positivista del mundo, incluyendo la literatura.

Juan de Dios Uribe, desterrado y apresado por Núñez como reacción a sus pensamientos liberales, expresados con la vehemencia de los críticos anteriores que eran contrarios a sus ideales, se enfrentaba a la devoción católica:

El hombre no lleva parte alguna señal de su venida del cielo. En su organización como su inteligencia se cumplen las leyes naturales.
Igualmente criticaba el vacío que dejaba esta religión para la mujer, a diferencia del mensaje que dejaba una poesía liberadora como la de Diógenes Arrieta que tanto elogiaba.

La evidente influencia política en los críticos, escritores y artistas le daba la razón a José María Vergara y Vergara, otro devoto católico que hizo un ejercicio retrospectivo de la crítica, para aseverar:

La literatura en América está de tal manera enlazada con los sucesos políticos, que no se puede seguir la marcha de aquélla sin buscar su causa en estos.

Lo más probable es que muchos dispusieran su conocimiento y actividad literaria para fines políticos, defendido intereses de un partido al calor de conflictos ideológicos, algo innegablemente discutible, como nos permite reflexionar el texto, pero muchas posiciones liberales representaron una expresión que marcaba la diferencia a pesar de la persecución religiosa tanto en la política como en las letras que se cernía sobre la sociedad para dicha época, igualmente, quienes abrazaron los dogmas religiosos, se permitieron dejarle a la crítica un legado valioso para desarrollarse posteriormente.

Después de todo bien lo dice George Steiner en Lenguaje y Silencio:

(...) el crítico puede actuar de intermediaron y guardián. Parte de su cometido es constatar que un régimen político no puede imponer el olvido o la distorsión a la obra de un escritor (...)

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